martes, 21 de diciembre de 2010

Sáhara (Breck Eisner)



Estoy hasta los cojones de Penélope Cruz. ¿Porqué tiene que ser tan retrasada? ¿y tan imbécil? ¿porqué sale en tantas películas? ¿cuantas pollas come? ¿eh, eh? A ver.

Es una auténtica pena que esta tipa aparezca en Sahara, porque la infecta entera. Es como un virus superpotente que se extiende por todo el cuerpo, formándo pústulas y bubas negras: algo atroz que todo lo emponzoña. Y es que Pe no deja nada vivo. Ella, con tanto morrito, con tanto artificio y tanta pose, se convierte en la asignatura pendiente de un filme que cumple en lo demás: Matthew McConaughey y Steve Zhan son agradables y con pinta de surferos en medio del Sáhara tuareg (target femenino satisfecho), buena BSO, buena fotografía postal, una interesante mezcla de acción y humor, blablabla.

Aunque Sáhara no merece ni un sólo premio académico, es capaz de entretener en una tarde tontorrona en la que no sabes qué hacer aparte de tirarte en el sofá abrazado a tu becaria favorita. Es entretenida y fresca, juvenil, sin giros bruscos ni sorpresas exageradas. La becaria se deja querer, sí. Mmmm... Jajajajaja.

A lo que iba: como en tantas otras películas, el director tira del tópico de una leyenda centenaria que, de alguna forma u otra, engarza con el presente y da cuerpo a la historia. Aquí, la leyenda es un destructor de la Guerra Civil norteamericana varado en medio del desierto africano (con dos cojones); la consecuencia: unos vaqueros buscatesoros que descubren que alguien envenena a los pobres negritos de Níger, o Chad, en fin, no importa de donde.

Porque, sinceramente, acaban dándome igual los putos negros, y sus intoxicaciones y su muerte agónica. Yo sólo quiero que le peguen un tiro a Pe. ¡Y no me satisfacen! Los guionistas, digo.

¿Tan jodidamente difícil era añadir en el guiónEn medio del intenso tiroteo, una bala alcanza a Pe en la bocaza, arregándosela pero provocando su (festejada) muerte en el acto”?

Porque película que PERPETRA Penélope Cruz, película que estropea. Si era buena, ahora es mala; si era mala, con Pe es peor. Pe de peor, jiji. Qué cachondo soy.

En serio, ¿a quien gusta esta mujer? Aún no conozco a nadie. En España sólo le quiere Bardem, lo que ya dice mucho de ella. Y en el extranjero, Woody Allen, ese judío que ha terminado percutiendo a su hijastra (algún día haré públicos los SMS que se enviaban. Woody, mamón, ingrésame la pasta).

A ver... qué más puedo decir de Sáhara y Penélope Cruz... no sé, estoy cansado. Y aburrido. Hablar de esta barragana...

Galleta de mantequilla: Di puta Aarón, no te cortes.

de esta PUTA me cabrea. Porque ella está forrada siendo una inútil, y YO no.



Y vosotros, crápulas, comentad un poco los posts, que aquí TODO EL MUNDO lee y nadie dice nada.



Aur revoir. Me voy a cebar a cochinillo estas Navidades.


Obsérvese el gorrito mongoloide de Penélope


Excelente postura para apuntar, Pe. Tu siempre tan natural.


viernes, 17 de diciembre de 2010

La red social (David Fincher)


Shalom a todos.
He vuelto. Por favor, fans a la derecha, gilipollas a la izquierda. Becarias, agachadas frente a mi.

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Buscar: Mark Zuckerberg
Enviar mensaje.
Asunto: Buitre.
Mark, payaso, me importa un carajo cómo creaste tu empresa y cuantos millones ganas. Lo importante, lo verdaderamente importante, es si tu secretaria está buena (¿lo está? ¿es negra? ¿asiática? Pillín...). Y es vital tener dos o tres becarias solícitas y sin escrúpulos. That's my advice.
Enviar.

La película de la vida de Mark, y de su máxima creación, me pareció un aburrimiento. Una puta mierda sin orden ni control: la historia de un loser que no percute y sólo bebe. De un paria social que de repente pare el embrión de un negocio multimillonario. Chachi. ¿Pero a quien le importa todo eso? A nadie.

Decidme, os lo imploro: ¿por qué fuisteis a ver La red social?

Me ha llegado que la campaña de la película se hizo exclusivamente a través de Facebook. Y que TODOS quienes han ido a verla la recomiendan para no sentirse los únicos estúpidos que pagaron 7'5€ (6'5€ con carnet de estudiante) a cambio de perder su tiempo.

YO (en mayúsculas, sí) lo único que saqué en claro de La red social es que Mark está forrado, que cortó algunas cabezas y que la maquinaria del ligue cibernético está bien engrasada.

¡Desde ahora la belleza y el tamaño no importan si eres Mark Zuckerberg! Sign of the times.

¿Sabíais que la película no pretende hablar del nacimiento de Facebook sino de la revolución que supone en el terreno del ligoteo? Triste pero real. Desde que el gilipollas de Mark tuvo su genial idea la estrategia ha cambiado: ya no agarramos a esa puta por los pelos y la arrastramos a la cueva. Ahora le enviamos mensajes por el ciberespacio con poemas y fotos de ositos de peluche.

Desolador.

Dos horas justas de autocastigo junto a Justin Timberlake. ¿Se puede decir algo más?



Cuatro tíos frente a un PC sólo pueden estar haciendo una cosa: fichar muñecas.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Un ciudadano ejemplar (F. Gary Gray)

Hoy contamos con la participación de Pentesilea, que gentil e indirectamente se ha ofrecido a dar un nuevo punto de vista de lo que es el cine y, en concreto, de la película Un ciudadano ejemplar.

Sin más preámbulos, pues los gurús del Séptimo Arte como ella no necesitan presentación, ¡adelante!

Estimado Aarón:

El miércoles por la noche asistí horrorizada a un espectáculo violento y en 2D. Era una película. Lo aclaro porque sé que eres un retarded y que escapaste al puño de Hitler. A aquellos 108 minutos les bautizaron como Un ciudadano ejemplar.
Como no soy superficial como tu, no diré que la película me gustó sólo por haber mojado las braguitas al ver a Gerard Butler. No haré tal cosa: YO sí entiendo de cine, sí sé criticar los filmes a base de cavar profundo, y sin ese áurea de idiotez que a ti te rodea.


Me has cansado, Pentesilea. Ya sigo yo, ve a tomarte la pastillita.

Un ciudadano ejemplar es el relato de un viaje de venganza personal. Un padre, Butler, ofendido porque la Justicia norteamericana no ejecuta a los dos asesinos (A y B) de su mujer e hija, decide desenterrar el hacha de guerra y empezar su cruzada particular.

Por eso la película es todo acción: Butler desaparece tras el juicio; pasan 10 años; el homicida A es asesinado; el delincuente B es asesinado; Butler es detenido; se confiesa culpable; desde la cárcel empieza a matar a todos los que le negaron Justicia en su día; Butler es asesinado en su celda. Fin.

Aunque pueda resultar atractiva por las altas dosis de violencia, la película no cuenta nada. Ves que ocurren cosas, sucesivas en el tiempo, y que todo forma parte de un plan. Pero al faltar diálogos profundos (la película los merece) y desconocer la psique de Butler (el director se olvida de que no es sólo un robot asesino), todo está bastante vacío.

- Su yogurt de kiwi. Saboréelo.
- Gracias.

El director, que se da cuenta de las carencias de la película, intenta solucionarlo planteando rápido y mal, superficialmente, un debate: 'ciudadano vs injusticia: ¿es moral ser un justiciero por las bravas?'

El protagonista, que es un ejecutor nato y no un orador, no convence cuando el bueno, que es un negro, tenedlo en cuenta la próxima vez que zurréis a uno, y joder con la corrección política, le plantea esta pregunta. 'Alguien tiene que hacer el trabajo sucio', viene a responder Butler. Y sonríe. El muy cachondo. A mi me cae simpático, con esa habilidad para poner bombas y ese cinismo entre cuatro paredes de hormigón. Pero es un descerebrado que no se pone límites; es simple, vulgar, ladino, casi cobarde.

Pero pone bombas, y eso a la chusma le divierte siempre y cuando no estén bajo su coche.

Su presupuesto: 53 millones de dólares.
Su recaudación: 126 millones de dólares.



Muestra de las imagenes que forran la habitación de Pentesilea

viernes, 3 de diciembre de 2010

Sentido y sensibilidad (Ang Lee)

Si eres mujer, es probable que en un arranque de romanticismo bobalicón hayas visto Sentido y sensibilidad. Si eres hombre, decididamente no tienes ni idea de todo lo que vas a leer a continuación; a no ser, claro, que seas un calzonazos o hables con acento argentino, en cuyo caso no pondría la mano en el fuego sobre si has visionado o no la abominación que es esta película.


¿Qué se puede decir de un filme basado en un libro de Jane Austen? Pues que como ella, es aburrido, infantil, sensiblero, soso, cansino, cargante, simplón, patético. Stop. Podéis continuar vosotros.


Anoche, reconcomido por la vergüenza de no haber visto in action a Don Vito mucho antes, ejecuté contra mi persona una tortura que pocos hombres de pro aguantarían: 135 minutos de Sentido y sensibilidad. ¡Más de dos horas! Al final tuve que devolver a las autoridades mi carnet VIP de macho alpha. Puedo decir que creo sinceramente haber purgado mis pecados. De sobra.


Sentido y sensibilidad es el clásico ejemplo de cómo un mal guión deja en ridículo a buenas actrices y/o actores (¿te has fijado en mi sensibilidad con la causa feminista, Bibiana Aído?).

Emma Thompson, una actriz madura, curtida en proyectos de gran calibre (mmmm) como Mucho ruido y pocas nueces o En el nombre del padre, sabe dar a sus personajes la seriedad que merecen, el toque de humor adecuado, no es estridente ni artificial. Es una profesional de los pies a la cabeza. Su problema: un mal agente. Le han engañado para que se prestase a participar en este eterno bostezo de Ang Lee, el de los cowboys invertidos (una de cal y una de arena, Bibi) y el Óscar de consuelo.


El otro pilar de la película es Kate Winslet, que desde que nos deslumbró, porque lo hizo, en Titanic, podemos considerar que ha resarcido el papel de niña tontorrona y con episodios maníacos, sus paseos bajo la lluvia en medio de la verdísima campiña inglesa, y sus ridículos vestidos confeccionados con delantales del IKEA... imágenes que nos asaltan a cada instante durante la película y cuando intentamos dormir.


Alan Rickman, Hugh Grant, Hugh Laurie. Tres tristes tigres comen trigo en un triste trigal. Secundarísimos papeles que no pueden explotar porque Jane Austen o Ang Lee han decidido apostar firmemente por la discriminación positiva en favor del pubis frente al glande. Así estamos, amigos. Y así salen las cosas: un pastelón eterno que desde el minuto 2 esperas termine pronto.


Seré aún más claro: no la veais, no la alquileis, no la recomendeis.


Regaládsela a vuestros enemigos.



Mi amor, recogeré margartias afuera mientras ensartas a mi hermana.

lunes, 29 de noviembre de 2010

El Padrino I (Francis Ford Coppola)

He estado una semana guardando silencio. Purgando mis pecados, mis equivocaciones de juventud: ¿porqué no vi El Padrino hace años, cuando descubrí que el cine es más que una excusa para meter mano en la oscuridad a la rubita que te acompaña?

Sí, hermanos, confieso que hace poco cierta persona me recomendó -como tantas otras- la película, y le hice caso. ¡Bendito el momento! Porqué me encantó, y la he adoptado como nueva religión. Sé que mi pasada obstinación hará que mi penitencia sea dura, pero la acepto como un converso acepta peregrinar a La Meca o rezar cinco novenas.

El Padrino es un filme para no olvidar. Ahora TODOS lo sabemos. Marlon Brando borda el papel; esa mirada caída, los carrillos hinchados con algodón, la calvície, el traje... han CREADO la imagen de la figura del padrino. Tras visionar la película, ¿quien no asocia el aspecto de un padrino a la estampa de Don Vito Corleone? El resto de personajes quedan eclipsados por Brando, que se constituye como el Sol alrededor del cual giran los demás satélites.

Podría decirse que El Padrino ha penetrado en el imaginario popular con una colección de modelos y poses como la ya mentada, pero, claro, no todo es imagen aquí: la simbología también tiene su cabida.

Los muy observadores, o los muy expertos (léase frikis), saben que a lo largo de los 175 minutos aparecen naranjas en varias escenas. Bien, resulta que las naranjas preconizan la Muerte de alguien cercano a ellas. No sé qué problema tenía Coppola con las naranjas, o si simplemente se trataba de un fetiche, pero es curioso cuanto menos y, como recién convertido a la padrinofilia quería compartirlo.

Por último, me veo en la obligación de recordar dos frases memorables, ambas de Don Vito, a saber:

"Bonasera, Bonasera, ¿qué he hecho para que me trates con tan poco respeto? Si hubieras mantenido mi amistad, los que maltrataron a tu hija lo habrían pagado con creces. Porque cuando uno de mis amigos se crea enemigos, yo los convierto en mis enemigos. Y a ese le temen".

y

"¿Vives con tu familia? Bien, porque un hombre que no vive con su familia no puede ser un hombre.


Don Vito, escuchando mi confesión y mi juramento de lealtad eterna

viernes, 19 de noviembre de 2010

Amélie (Jean-Pierre Jeunet)


Hoy, queridos amiguitos, voy a hablar de Amélie, esa película que todos hemos visto y que nos ha entusiasmado. El film que nos ha hecho sentir niños de nuevo, que nos ha invitado a bailar en la calle, a ayudar al prójimo y a empapelar nuestras paredes con Hello Kitties. Amélie ha inundado de acciones poéticas nuestra vida, ¡nos ha conmovido!, y nosotros le estamos agradecidos por ello. Tenemos una deuda con Audrey Tautou, la jovencita que imaginaba orgasmos ajenos y enamoraba a desconocidos idiotas.

Sí, amiguitos, le debemos mucho a Amélie.

Por favor... ¿creíais que iba en serio? ¿con un aborto como Amelie, donde lo único que se nos enseña es a tener pájaros en la cabeza y a trabajar en empleos como repartidor de comida?

¡Jajajaja! Debéis estar peor que yo.

Amélie es, digamoslo ya, basura. Podredumbre. Escoria.

Amélie, la niña que ya no quería ser una perdedora, despliega ante nosotros un teatro anímico de lo más inquietante, repleto de fantasías y chorraditas que como poco nos harían llamar corriendo al sanatorio más próximo para que le pusieran una camisa de fuerza.

Porque, y aquí viene la revelación, Amélie es una demente. Nadie en su sano juicio valoraría tan positivamente su vida por acariciar legumbres, ver la cara de la gente en el cine o romper con una cucharita el azúcar que recubre una crema catalana.

Crema catalana es lo que necesita esta niña. Pero ya. ¿Alguien dispuesto?

Yo, sobra decirlo, no me creo nada de lo que ocurre en los 122 minutos de película. Es dadaísmo en estado puro. La locura de una chica que recorre su barrio, el Montmartre y la Basílica del Sagrado Corazón de París. Hechos paranormales travestidos de inocencia y divertimento. ¿Quien da más?

En resumidas cuentas, Amélie es como para mear y no echar gota, pero no te aburre: a la película hay que reconocerle que entretiene. Pero yo busco algo más: que me excite.

Todos vemos ositos de peluche en las nubes

martes, 16 de noviembre de 2010

Origen (Christopher Nolan)

Memento, Origen, Insomnia, El caballero oscuro, El truco final... todas ellas de Christopher Nolan.

Yo, cuando pienso en Nolan, pienso en LSD.

Porque así hace sus películas este tipo: enchufado. Se crea un maldito mundo paralelo y nos lo vomita con una cara conocida en el cartel. Es su mejor forma para optimizar los 30 euros de la pegatina. Hoy, gracias a mis atrevidas gestiones en las alturas de la meca del cine, lo tenemos con nosotros para hablar de Origen.

Aarón: Hola Chris. Puedo llamarte Chris?
Chris: Llámame como quieras. Voy hasta arriba.
Aarón: En este blog tenemos por norma la contención: no hablamos de drogas. Bien, a lo que íbamos. ¿Podrías jurar, hoy y ahora, que no vas a rodar más películas?
Chris: ¿Qué pasa contigo, brother? ¿no te ha gustado Origen? La crítica mundial me ama por ese film.
Aarón: Es un despojo, admítelo. Te estás riendo de nosotros.
Chris: ¡Jajajaja! Pues claro, hombre. Pero hay tanta pasta en juego... Mira, mira qué cochazo me espera en la puerta de tu cochambroso estudio de 300 m². No sé qué hago aquí, la verdad. ¿Tienes LSD?
Aarón: Y dale. Modérate o llamo a mi nubio. En fin, se dice que Origen es un experimento sociológico. Que lo has montado con la Milá y que estudias las reacciones de la gente en las salas de cine.
Chris: Es cierto. También me estoy forrando con eso. Te diré un secreto: la peli no tiene sentido, no lo busques. Me gusta terminar mis pelis con un final abierto, para que los imbéciles y los críticos le den vueltas y hablen en foros de internet sobre las posibilidades de ese final.
Aarón: Y mientras tanto, tu te descojonas de ellos en tu mansión.
Chris: ¡No te imaginas cuanto! Pobres esnobs, pedantillos de mierda. Oye, ¿prefieres Batman o Superman?
Aarón: Yo soy más de Batman. Me van los antifaces.
Chris: Hablo de las pegatinas, man.
Aarón, a grito pelado: Kuntakinte, encárgate de este cabrón. Se ríe de nosotros y encima hace apología de las drogas. ¡Enséñale lo que es bueno! No, eso no, hombre: apalízale.


Amigos, el problema con las pelis de Christoper Nolan, y con Origen en concreto, es que nosotros (en realidad, vosotros) no vais hasta las trancas al cine, y no entendéis una mierda de la película. No entráis en la trama, y si lo hacéis, os perdéis por el camino como Di Caprio. Y es normal. Todo es un laberinto creado por el gran demiurgo Nolan con un poquito de Sombrerero Loco deshaciéndose en la lengua (mmmm... os lo recomiendo, niños, haced caso a papá Aarón).


La peoncita que te deja con la intriga si eres un freak



A ver, gañanes y Mahmud, aclaro que Sombrerero Loco es una pegatina de LSD con el dibujito del personaje de Lewis Carroll.

lunes, 8 de noviembre de 2010

V de Vendetta (James McTeigue)

Cualquier buen friki del cómic sabe que su Templo es La perra cómics, en la ciudad condal. Y hasta allí me desplacé con dos lolitas (ahora las llaman becarias) para entrevistar al dueño, un extraño personaje de nombre impronunciable y hábitos inconfesables. Nos pide que le llamemos Equis porque no llega a V. Cosas suyas.

Aarón: Buenos días, Equis. Gracias por concedernos una entrevista acerca de V de Vendetta.
Equis: Shhh, calla. El Agente S-5 de Noburu Kawasaki me ronda. Pasemos a la trastienda.
Lolita 1: Eh, ni se te ocurra pensar que...


Pero Equis la calla con su mirada de obseso del manga y todos obedecemos. Su paranoia nos intimida.

Entrar en la trastienda es viajar a un mundo de fantasía y frikismo. Dentro de urnas de cristal se pueden ver cómics de los años 50. Algunos disfraces de super héroes reposan desmayados sobre mesas de caoba de dudoso origen. Las estanterías acumulan las obras maestras de este insalvable e irredento mundo del cómic. En la papelera encuentro un ejemplar de El Quijote medio carbonizado y con signos cabalísticos en la cubierta de piel. El lugar me pone la piel de gallina, pero Equis está cómodo y él pone las normas. Las lolitas empiezan a disfrazarse de guerreras del antifaz y yo no sé donde esconderme. La entrevista tiene que empezar.

Aarón: ¿Qué te ha parecido la película V de Vendetta, de James McTeigue?
Equis: Es un insulto, no hay derecho. Miles de fans del auténtico V estamos desolados.
Aarón: Sin embargo, la crítica la ha elevado al olimpo del Cine, incluyéndola en su Hall of Fame.
Equis: Los críticos son unos payasos. Unos entendidos de la nada. El film es una perversión de la auténtica historia que narra el cómic de Alan Moore. V es un anarquista, no un vulgar saltimbanqui con máscara.
Aarón: Al menos Natalie Portman te ha dado una alegría...
Equis: ¿Estamos locos? ¡Esa actriz no tiene alma! Sus lágrimas son menos creíbles que las que se han dibujado en el papel del cómic. ¿Y su desconfianza hacia V? ¡Absurda! ¿Quien no confía en un enmascarado? Yo a veces me disfrazo en casa y me hago fotos; las cuelgo en internet y gustan a todos mis ciberamigos. 'Eso' es lo normal.
Aarón: Para el carro. Aquí la entrevista la dirijo yo. Y digo que V de Vendetta es la obra de un dios.
Equis, furibundo: ¡Apóstata de la Verdad! ¡Sal inmediatamente de este sagrado lugar! ¡Y no toques nada, estas joyas deben durar mil años!
Aarón, lógicamente acojonado: Bien, ya me voy. Jenny, Jessy, andando.
Equis, amenazante, blandiendo una espada láser del Imperio Contraataca: Ellas se quedan.


Cabizbajo, con media entrevista flotando en el irrespirable aire del trastero, atravieso el espacio que ocupa la tienda y me dirijo a la salida. De fondo escucho las risas despreocupadas de las niñas, mientras las graves e histéricas carcajadas de Equis rebotan entre las revistas y los ejemplares únicos. Irritado, antes de salir rompo una estatuilla de La Masa.

V me aplaudiría.

Amad la Anarquía, niños.

martes, 2 de noviembre de 2010

Ciudad de ladrones (Ben Affleck)

Imagínate una historia de lo menos original: robos de bancos, de furgones blindados, un secuestro de 10 minutos y un incomprensible síndrome de Estocolmo, persecuciones y tiroteos, y muchos casquillos cayendo al suelo y rodando por las estrechas callejuelas del núcleo histórico de una ciudad cualquiera... etc etc etc. Un poco lo de siempre, ¿no? Pero pones un par de caras conocidas y la película deja de ser típica para ser 'acojonante' (sic).

En realidad lo peor no es que durante 125 minutos no te lleves ninguna sorpresa. No. Con películas así ya deberíamos asumir su previsibilidad. Lo triste, lo decepcionante, es que, lo que parecía un trabajo serio, termina convirtiéndose en una bufonada, en una pantomima con un baile de máscaras de aliens y monjas zombies. La profesionalidad de los trabajos de los protagonistas decrece en cada golpe que dan y con cada careta que se ponen. El espectador termina, inevitablemente, fijándose más en la máscara (esa 'pintura de guerra' con la que todo macho ibérico se ha imaginado alguna vez) y en el tac-tac-tac de unas armas de asalto que resultan cada vez menos tímidas a medida que se acerca el fin del filme.

Y poco más, amigos. Si sólo queréis ver algo entretenido, pagad por ver The Town. Si además queréis disfrutar de algo bueno, buscaros otra película.

Palabra de Aarón.


  Jeremy Renner: Como yo siempre digo, “homo homini lupus”
  Ben Affleck: Eso no justifica tu predilección por las niñitas

 

lunes, 25 de octubre de 2010

Diamante de sangre (Edward Zwick)

Sinopsis: Di Caprio, encarnado en un ex mercenario rhodesiano llamado Danny Archer, se patea Sierra Leona, un país confundido con una capital de nombre equivocado que deviene en un absurdo. Su viaje es el típico por el continente africano: esquiva balas, huye de un acreedor con ejército privado, adula a una periodista guapa y, ¡oh!, inteligente... y busca el Diamante. Con D mayúscula. Un pedrusco 'del tamaño de un huevo' -como si no hubiera huevos y huevos-, rosado, brillante como los avarientos ojos de todo el que lo ve.
Y todo el periplo barnizado con una gruesa capa de sangre negra.


A hierro mata y a hierro muere
El punto de la película es un Archer con alma. ¡Adiós a los personajes planos! El rhodesiano se construye y deconstruye a sí mismo a lo largo de la odisea que sufre sobre esa tierra roja que tapiza África y que se mezcla en sus venas con la genética de una raza blanca que dominó todo el orbe. Su objetivo es hacerse con el Diamante, su objetivo es ayudar a frenar el caos en que se ha convertido el país. Un mar de dudas donde Archer navega a golpes de timón y sin un destino claro hasta que ya su destino se ha escrito a golpes de Kalashnikov. El ex mercenario del Batallón de los Búfalos reconvertido en traficante de diamantes expira sus pecados llorando y muriendo y teniendo que desprenderse de la piedra preciosa. La película es un poema al héroe muerto (nudo en la garganta), que mezcla a los ojos del público, de usted y de mi, señora, su sangre con la tierra que le vio nacer, y expira mirando a un valle donde todo es quietud y más allá corren los todoterrenos apisonando niños y quemando aldeas.

Danny Archer es un asesino que se enamora, un traficante que no trafica, un periodista armado, un amigo que amenaza y chantajea, un Terrible que llora.

Esto es arte y yo no pido más.

¿Y vosotros?

miércoles, 20 de octubre de 2010

Apocalypto (Mel Gibson)

Cinéfilo: Las películas, mejor en su versión original.
Mel Gibson: I agree on that, man. Did you like Apocalypto?
Friki del cine: ¿Hola?
Aaron: Dejaos de gilipolleces, freaks.


Si algo me gusta de Apocalypto es que para los pretenciosos que aman el cine en su idioma original es como un jarrón de agua fría. Mejor, como la violación anal y sin vaselina a manos de Mike Tyson.

Claro, adoran el cine en V.O sólo si lo ha parido un director angloparlante; sino, doblaje, please. Porque se atragantan con La cena de los idiotas en franchute, La ola en la sagrada lengua de los nibelungos, La reina en el palacio de las corrientes de aire en vikingo o La pasión de Cristo en arameo.

En Apocalypto asistimos desconcertados a 130 minutos de filme con voces mayas, una lengua hablada por 800.000 indígenas mexicanos en la península de Yucatán y que bla bla bla. En realidad, el maya nos importa menos que nada a todos. Podría extinguirse mañana y ni nos enteraríamos.

Así que al grano: Mel Gibson es un director genial, con ese toque de locura que germina en las mentes brillantes, y que él ha manifestado rodando dos películas en lenguas primitivas, guturales, cavernarias.

La ambientación de Apocalypto es correcta, aunque el 90% de la película transcurre en selvas y poblados de chozas con sus hogueras humeantes, sus mujeres de pechos caídos, y niños corriendo en pelotas y jugando con monos que estan atados a una estaca anclada en el lodo. Pero no hay mérito en conseguir transportar al público a una época tan neandertal.

Sin embargo, durante unos minutos podemos deleitarnos con la visión de una pirámide maya desde cuya cumbre caen rodando cabezas y troncos humanos ensangrentados. Todo forma parte del ritual: del ritual maya de sacrificios humanos al dios Kukulkan para que termine con una sequía pertinaz y del ritual de Gibson para atraparnos con una civilización ya perdida y que tan bien aniquilamos. Porque lo truculento, lo salvaje, lo brutal, sigue vendiendo. A mi Gibson me atrapó con esa escena, me convertí en un incondicional de esa arcana religión basada en la sangre seca y renegrida sobre los peldaños de piedra del templo de Tikal.

Esa escena vale la película, amigos, porque la sangre da sentido a las cosas.


Una legión de mayas-zombies, implorando a Gibson un papel en el rodaje.

sábado, 16 de octubre de 2010

Rebelde sin causa (Nicholas Ray)


“Mira cine clásico, bastardo”. ¡Cuantas veces habrá escuchado esta frase! Y total, ¿para qué? ¿para ver basura revalorizada por esta moda retro que nos engulle?

Pero debo admitirlo, padre. He pecado. Vi cine clásico. Rebelde sin causa, de James Dean.

Coro de becarias quinceañeras de Aarón: Mmm… qué bueno está. Me encantaría enseñarle toda mi ropita de Pucca y mis ositos de peluche.
Aarón: No tenéis ni idea de cine, losers.


Rebelde sin causa es, sobre todo, un sinsentido. Pocas veces he visto un título de película tan desligado del guión. El mayor acto de rebeldía del joven Jimmy es emborracharse solo, o fumar un pitillo en el porche de su casa, que eso también es muy punki.

¡Uau! Qué malo eres, Jimmy. Me has acojonado con tu rebeldía salvaje y animal. Creo que voy corriendo a esconder el coche en el garaje.


En fin, un absurdo, una tomadura de pelo.
Si la película está bien considerada es porque el pequeño Dean murió joven y guapo. Y a mí eso me importa una mierda.

Me molesta ver a un James Dean imperturbable a lo largo de toda la película, siempre con la misma cara impertérrita. No importa que le detengan, que le acuchillen, que esté conduciendo a 100km/h hacia un acantilado: siempre la misma cara de vaca sagrada, muerta, sin vida.

Nadie en su sano juicio estaría alegre tras ver morir a un tipo que cae al mar en su coche desde 30 metros de altura. Ni un temblor, el chaval. Él se esconde en una casa abandonada, con la novia del fenecido (+1 para James), se descojona un rato y la besa (+1).

Es todo tan irreal que sólo me generó un par de bufidos y una sensación de pérdida de tiempo brutal. ¿Perdí mi virginidad en cine clásico con la gorda bigotuda de las 5 AM? Todo parece indicar que sí. Me siento estafado, casi diría que violado.

Dejad de recomendarme cine clásico, jo. Yo no os he hecho nada…

lunes, 11 de octubre de 2010

R.A.F: Facción del Ejército Rojo (Uli Edel)

Por fin una película de calidad sobre una guerrilla. Olvidaros de Che. El argentino. Comparada con R.A.F: Facción del Ejército Rojo, la del Che no es más que una pobre ambientación y exposición de cómo se vivía dentro del movimiento insurgente. No hay sombras más allá de la ejecución sumaria de unos guerrilleros que roban y violan en Sierra Maestra.

R.A.F, sin embargo, expone con crudeza el devenir diario de las tres generaciones que formaron el mítico grupo terrorista alemán. No hay mesianismo ni idealismo bananero. Las discusiones internas, los conatos de rebeldía en su seno, las amenazas explícitas cuando surge la palabra 'contrarrevolucionario' de labios de Andreas Baader... esas escenas, plasmadas con una dosis acertada de dramatismo y tensión, te trasladan sin violencia al piso franco donde los terroristas se esconden de la policía o al campamento jordano donde se entrenan en tácticas de guerrilla junto a muhaidines venidos de todo el mundo árabe. Luces y sombras de la R.A.F sin filtro alguno. Sin un atrezzo artificioso. Sin ese idealismo tan siglo XX que rezuma por todos los poros Che. El argentino...

En la película, Uli Edel nos descubre el universo en el que vivían y morían los jóvenes alemanes comprometidos con la lucha proletaria. Durante los 150 minutos de filme, y a pesar de la sangre inocente derramada, Edel cautiva irremisiblemente al espectador, y le provoca un sentimiento prohibido, como el amor por una niña púber que aún viste de uniforme.

Rebullir de sangre.
Caliente.
Ganas de acción.
Rabiar.
El director juega con nosotros. Pero juega bien, honestamente, enseñando las cartas: una ambientación completa, terroristas atractivas para cualquier hombre de pro (Nadja Uhl, Johanna Wokalek, Alexandra Maria Lara), tiroteos, revolución con armas y alcohol.

Me encanta cuando lees en la bañera, nena.

Lector nostálgico: Siempre fue así, "las jóvenes rojas cada vez más hermosas”.
Uli Edel: En R.A.F he doblado la apuesta.
Lector nostálgico: Se agradecen esas escenas de culos como melocotones.
Uli Edel: De nada. Estaba en el contrato de las actrices. Sé lo que os gusta, vulgo.


Próxima crítica: El hombre tranquilo

martes, 5 de octubre de 2010

Gran Torino y Million Dollar Baby (Clint Eastwood)

Pedro: Por fin sacas a la palestra una película de Eastwood. Es que es Dios.
Dios (distraído, ojeando el blog El Cine Imperfecto): No, Dios soy yo. Eastwood es mortal.
Pedro (excitadísimo): ¡Pero su obra es inmortal!
Dios: …


Ante el revelador silencio de Dios, me veo en la obligación de tomar la palabra. Su testigo. Bien, hablemos de Clint Eastwood. Del director-actor, maestro del séptimo arte y pintor de auténticos Guernikas technicolores. CLINT EASTWOOD. En mayúsculas, porque lo merece. ¿Qué se puede decir de él? 80 años bien llevados, una vida fructífera (8 hijos, innumerables películas) y suficientes Óscars como para hacernos caer de rodillas y reverenciarle in secula seculorum. Amen.

Dios: Ejem, ejem.

Ehmmm, sí, es verdad, ni de coña vamos a loar a el bueno. Sobretodo porque nos ha vendido al menos dos veces el mismo producto. Ya sabéis de qué hablo: de Gran Torino y Million Dollar Baby.

Gran Torino: encontramos a un anciano amargado, un tipo duro ex militar de la Guerra de Corea.
Million Dollar Baby: el mismo viejo triste, decepcionado de la vida, entrenador de boxeo.

Gran Torino: el anciano se cruza con alguien con una vida aún más deshecha que la suya, un niño amarillo al que los chicos del barrio maltratan.
Million Dollar Baby: el entrenador ayuda aquí a la versión femenina del vietnamita: una joven con una familia que no le quiere, con un empleo de mierda, a quien la sociedad obvia.

¿Lo vais pillando?

Gran Torino: el viejo, con su disciplina y su sabiduría de chamán sioux, ayuda al joven y lo apadrina mediante un gesto muy paternal: le regala su primer coche, el Ford Gran Torino.
Million Dollar Baby: bis, pero aquí el gesto paternal se traduce en darle a la mujer un nombre de guerra, aunque muy azucarado. El apodo cariñoso que pondría un pelirrojo irlandés a su niña mecida al son de las bombas del I.R.A: Mo Cuishle (en gaélico, 'Mi amor, mi sangre').

Gran Torino: el anciano desea y provoca su muerte (¡gracias por spoilear, Aaron!) para ayudar al joven. Este gesto precipita el final de la película.
Million Dollar Baby: Clint desea y provoca la muerte de la joven para terminar su sufrimiento, cerrar la historia y que aparezcan ya los créditos.


Dios: Ahí le das dado. Te perdono el nombre judío.
Aaron: Gracias, jefe.
Dios: Ha estado feo llamar Dios a Eastwood.
Aaron: Sí, todo el mundo sabe que Brad Pitt es Dios.


Próxima crítica: El hombre tranquilo, de John Ford.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Lope (Andrucha Waddington)

Debería alabar Lope porque el medio en el que trabajo la financió, pero no pienso hacerlo. Gracias a un pase, tuve la suerte de ver la película gratis. De lo contrario no me hubiera perdonado pagar 7'5 euros por eso. Un becario no está para gastos absurdos.

Aunque entiendo a Andrucha Waddington: veo su amargada alma y me da un poquito de pena. Jajajaja. Pobre. Debe ser frustrante dirigir a la sombra de un compatriota como Fernando Meirelles, que tan bien ha retratado el 90% del país, esas claustrofóbicas favelas de Lego donde si robas un pollo te pegan un tiro en el ombligo
(el resto de Brasil es como cualquier playa tailandesa al atardecer o un harén árabe: con niñas de 12 años paseando sus tersos traseros
Hmmmmm.
Jajajaja).

Por eso digo que entiendo a Andrucha, porque su país ya ha sido perfectamente plasmado en Cidade de Deus, y el desgraciado director ha tenido que cruzar el charco para poder contar una historia. Aunque esa historia nos importe una puta mierda.

Porque ¿quién quiere saber cómo era Lope antes de convertirse en el genial escritor que fue?

Aaron: ¡Andrucha, mamón, ahora todos los filólogos españoles quieren matarte! Terminarás como San Casiano de Imola, atravesado por los estilos de unos malditos empollones. Te han declarado profanador de El Siglo de Oro, y van a por ti. ¿Comprendes lo que está pasando? ¡Retira ahora mismo la película de la candidatura al Óscar!

En realidad, este brasileño merece un destierro de 8 años (como Lope, jo) de cualquier academia de cine. Ha retratado la vida pre-destierro del madrileño universal porque es como la de cualquier otro poetastro de la época, y eso le daba más espacio para sus licencias typical spanish, amén de para potenciar el pechamen de Leonor Watling y el mercenarismo sexual de Pilar López de Ayala, que aquí eso vende y venderá. Somos así de cafres.

Pero a mi este garimpeiro de tres al cuarto no me convence: no me ha descubierto nada aparte de cómo derrochar 13 millones de euros y mantener en el candelero a petardas como las dos ya mentadas.

Y, venga, ¡admitámoslo ya!
Estamos hartos de ver a ciudadanos del Siglo de Oro con dientes (spot) Profident, vistiendo prendas sin una maldita arruga, y encima sabiendo leer. ¡Y un huevo! Yo quiero en la pantalla a los genuinos europeos de antaño: personajes sucios, con los dientes podridos de no limpiárselos, con desgarrones en la camisa y las botas con mierda hasta arriba. Y, obvia decirlo, muy lejos de una pluma o un libro.


Próxima crítica:
Gran Torino y Million dolar baby.
Y la siguiente: El hombre tranquilo, un clásico, al fin.

lunes, 27 de septiembre de 2010

El sueño de Valentín (Alejandro Agresti)

Si se pudiera salvar algo de la ola de destrucción generalizada a la que sometería a Argentina, eso serían sus películas. Sobretodo El Sueño de Valentín.

El filme lo dieron el otro día por la televisión, en un canal autonómico. Sin anuncios que pudieran interrumpir una historia tan dramáticamente bella. Porque El sueño de Valentín es, sobre todo, la historia agónica de un niño típicamente argentino: es decir, la de un crío de ocho años que piensa como un adulto y sufre como tal; que emplea palabras robadas de novelas de García Márquez o Vargas Llosa; que sabe cuando le mienten sus mayores y que se enamora platónicamente de la preciosa rubia de acento porteño que sale con su padre.

Y diréis, seguro (sí, lo diréis): 'Valentín, niñato, mereces ser sodomizado por pedante y argentino'. Y yo, pragmático, os diría 'Sí, tenéis razón, pero antes dejadle hacer unas cuantas películas más'.

Porque Rodrigo Noya, el actorcito que encarna a Valentín, es sublime. A pesar de que es objetivamente un niño feo, el cine está hecho para él, porque él no habla con sus rasgos judíos, sino con su tristeza, su impotencia, sus ilusiones rotas y su camioncito de latón, que arrastra solitario por las vacías calles de su barrio en Buenos Aires.

La película está ambientada en 1969, y Valentín, como todos los niños de su edad en aquella época de carreras espaciales, aspira a ser astronauta. Los escenarios, la banda sonora, las expresiones faciales -todo menos el diálogo, genial- apuntan a que el sueño de pisar la Luna no es sino la respuesta a un vacío existencial en su aquí y ahora, fruto de la suma de una madre que lo abandonó con tres años y un padre canalla que apenas recala en el desvencijado hogar familiar. Porque confeccionarse un traje espacial de papel de aluminio es una forma de huir de un presente que le margina y le anega la infancia con lágrimas enrabietadas.

Si no ha habéis visto aún, corred a buscarla a vuestro videoclub o bajadla de internet. Porque cada uno de sus 86 minutos es una obra maestra. Especialmente en los que aparece Julieta Cardinali, musa de cualquier hombre de pro, a la que habrá que perdonar ser argentina.


Próxima crítica: "Lope"

viernes, 24 de septiembre de 2010

Closer (Mike Nichols)

Me llamo Alice y soy stripper profesional. También voy a joderte la vida. Pero eso tu aún no lo sabes.

¡Gracias, Alice, por joderme 98 minutos de descanso sabatino!

Porque Closer, de Mike Nichols, es una de esas películas que sólo escandalizan a las viejas. Vale, hay sexo, infidelidades, frustración, megalomanía y locales de striptease, pero es todo tan siglo XX... Está pasada de moda, es insustancial. Los espectadores somos hijos del cibersexo, el condón, los anuncios de contactos en los periódicos y las insinuaciones lascivas en servilletas de papel en una cafetería. ¡¡ Ya conocemos todo eso!! Y Closer nos deja indiferentes. Porque -sí, voy a spoilear- no aparece ni una teta.

Dice el dermatólogo ninfómano al necrologista: “Todo es una versión de otra cosa”. Y esta es una de las varias señales que a lo largo del filme te avisan irónicamente de que Closer es una mala semejanza a algo. Intuyo que ese algo es la vida de unos cualquiera en una gran urbe como Londres, que durante hora y media larga se nos presenta como un inmenso bufete donde pagando una copa tienes derecho a tirarte a la camarera.

El cuadrilátero amoroso que sufren y disfrutan los protagonistas es simplón, no deja nada a la imaginación ¡Porque te lo dice todo!: porqué la fotógrafa se va con el periodista; cómo se llama realmente la stripper y cómo conocemos este dato; cuantos orgasmos hacen gritar de placer a Anna Cameron y porqué Larry Gray da más pena que miedo, a pesar de su primitivo salvajismo.

Guillermo: A mi Closer me gustó...

Ok, una de arena: Natalie Portman, a pesar de sus 21 añitos, no tiene esa belleza tontita de la juventud. Y Londres, esa ciudad en la que todos querríamos vivir y emborracharnos, aparece sublime en un par de delicadas y fugaces escenas.

Juan, desde la lejanía: ¡Habla un poco de los clásicos!
Aarón: Ya llegaran
.



PD: La próxima crítica será sobre El sueño de Valentín (Alejandro Agresti)

martes, 21 de septiembre de 2010

Alatriste (Agustín Díaz Yanes)

El otro día vi Alatriste (en realidad, la mitad: verla entera me hubiera dejado catatónico), la película que pretende condensar 2.000 páginas de buena prosa en 147 inolvidables minutos de cine. Inolvidables por pésimos. Porque Alatriste es un engaño, un pufo, el reflejo distorsionado de una sexalogía genial de Pérez-Reverte. Más de 24 millones de euros en presupuesto tirados al vertedero de las pelis para olvidar. Y lo peor: perdí 80 minutos de mi vida dando una oportunidad tras otra a ese aborto cinematográfico de Díaz Yanes, un director de tercera división.

Viggo Mortensen, que en general me parece un actor acertado, interpreta aquí a un soldado rudo, habitante de los bajos fondos de Madrid, un espadachín que habla con su espada. Pero lo interpreta mal, muy mal. En realidad es cuestión de acento. Mortensen, criado en Venezuela y Argentina, no puede evitar pensar como el ignorante porteño que es, y entonces pare a la extraña criatura: un Alatriste que habla como los españoles hablan en los chistes de los latinoamericanos, arrastrando estúpidamente las palabras, con esa extraña precaución de quien sabe que está impostando. Como si un primitivo balbuceara nuestro idioma de oro. Me saca de quicio.

Tampoco entiendo el despropósito de haberle concedido premios a este Frankenstein que es Alatriste, donde se arma un puzzle con piezas de distintas épocas: tan pronto nos congratulamos con la visión de Diego apuñalando a un holandés hereje como nos sorprendemos cuando un informal Conde de Guadalmedina trata al ensartador de tu, y le invita tan ricamente a tomarse unos vinitos por los pasillos. En el libro, y en la época que retrata, tutear equivalía a querer una muerte por pinchazo en las entrañas, y ni un conde estaba excusado de tratar con formalidad, esto es, de “vuesa merced”, incluso al más canalla de entre la plebe.

Y encima del inmenso pastel de guano que es Alatriste, la imperdonable guinda: a Fran Bocanegra, el temible inquisidor jesuita, lo retrata una mujer. Él, que a tantas mujeres había torturado, ejecutado y hecho ejecutar a sus maridos e hijos, él, Bocanegra, se ve despojado de aquello que daba gravedad a sus palabras de muerte e intriga. O vivimos tiempos estúpidamente revanchistas o el director hizo una apuesta con los amigotes en una noche de borrachera, tal que así:

- No hay huevos a que el fraile sea una mujer.
- ¿Que no hay huevos?

Y los hubo. Si a un español le dices que no hay huevos, lo tienes en tus manos. Es tu polichinela. Y así se escribe la Historia del Cine, amigos.



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